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Safo de Lesbos: La Incendiaria de la Poesía y el Deseo

  • Foto do escritor: Paulo Pereira de Araujo
    Paulo Pereira de Araujo
  • há 2 dias
  • 3 min de leitura
Retrato artístico de Safo de Lesbos, antigua poetisa griega, símbolo del amor entre mujeres y de la libertad poética.
Retrato artístico de Safo de Lesbos, antigua poetisa griega, símbolo del amor entre mujeres y de la libertad poética.

Safo de Lesbos: Entre el Fuego y la Poesía


¡Ah, Safo de Lesbos! Comprendió verdaderamente el amor, la pasión, los versos y, sobre todo, el escándalo. Escribió poesía como quien arde, como quien se consume entre las llamas del deseo y aún sonríe ante las cenizas. No con esa rima limpia y predecible de Instagram, sino con un alma empapada de anhelo y el aroma a sal del mar Egeo impregnado en su cabello.


Mientras los poetas griegos de la época se jactaban con sus interminables epopeyas sobre guerras y dioses que traicionaban a sus esposas con mortales, Safo cantaba sobre las piernas de su amiga, el cabello de su amante, la ausencia que corta como un cuchillo desafilado y los celos que arden como fiebre. Y lo hizo sin pedir permiso, ni a los hombres ni a los dioses.


Decían que era maestra de jóvenes y que vivía rodeada de muchachas hermosas, todas suspirando entre lecciones de lira y secretos susurrados al atardecer. Los moralistas llaman a eso escuela. Los poetas, un paraíso. Y cualquiera que se haya enamorado sabe que la línea entre la enseñanza y el encanto es mucho más delgada de lo que el sentido común tolera.


Safo enseñaba a tocar la lira, pero también a tocar lo invisible, aquello que vibra entre dos almas que se reconocen.


Censura con Aroma a Sudor Masculino


Pero entonces llegó la patrulla histórica, ataviada con el manto de la moralidad, e intentó silenciar su voz. Cortaron sus versos, quemaron sus papiros. Traductores mojigatos embellecieron lo que no comprendían. Demasiado tarde. Las palabras de Safo ya habían quedado grabadas en la eternidad. La llaman lesbiana, no por casualidad: Lesbos se convirtió en sustantivo. Y cada vez que una mujer ama a otra mujer sin miedo, su nombre vuelve a respirar.


Por supuesto, siguieron siglos de silencio: sacerdotes avergonzados, eruditos intentando “corregir” lo que llamaban exceso, como si el deseo femenino fuera un error gramatical. Pero un solo verso de Safo basta para desmantelar todo ese pudor:“Ese hombre que se sienta ante ti me parece un dios”y ahí basta, el corazón se derrite, el cuerpo comprende, el tiempo se detiene.


En unos pocos versos, Safo transforma los celos en arte y el deseo en filosofía.

Era un escándalo con la métrica, un orgasmo en dáctilos. Un dáctilo no es más que un pie métrico de la poesía: una sílaba fuerte seguida de dos débiles. Como un tambor que resuena “tum-ta-ta”.


Los griegos antiguos lo usaban como la respiración, y Safo hizo gemir el verso con ese ritmo. No solo escribía poesía; la encarnaba. Cada una de sus palabras es cuerpo, sonido y pasión.


Y al final, Safo de Lesbos es prueba viviente, o, mejor dicho, prueba eternamente viva, de que el amor femenino no necesita ser heterosexual, contenido ni explicado. Solo necesita ser expresado y sentido, aunque duela, aunque escandalice. Preferiblemente, con poesía.


Porque la poesía, cuando es verdadera, no pide permiso para existir. Invade, besa, hiere y sana.Y Safo, la abanderada de Lesbos, sigue recordando al mundo que amar es, ante todo, un acto de valentía y belleza.



 
 
 

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