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Mitin en la Central do Brasil, el Último Gran Movimiento de João Goulart Contra el Golpismo

  • Foto do escritor: Paulo Pereira de Araujo
    Paulo Pereira de Araujo
  • há 1 dia
  • 3 min de leitura
João Goulart, una voz aguda en la manifestación del 13 de marzo de 1964. Para muchos, el detonante del golpe militar de 1964.
João Goulart, una voz aguda en la manifestación del 13 de marzo de 1964. Para muchos, el detonante del golpe militar de 1964.

Jango en el Palco: el Discurso que se Convirtió en Amenaza para Sus Adversarios


Viernes 13 de marzo de 1964. Si existe un día perfecto para una remontada improbable, un desvío del destino y un autogol contra la propia democracia, fue ese. La estación de tren Central do Brasil se transformó en un estadio repleto: gradas improvisadas, banderas ondeando, gente apretada como hinchada en clásico decisivo.


Y allí estaba Jango, nuestro número 10 en un campo embarrado, intentando virar un partido arbitrado por un juez comprado en los bastidores. Medio millón de ojos fijos en el césped o, mejor dicho, en el palco, esperando la jugada que cambiaría el marcador de la historia.


Multitud, Tensión y un Brasil al Borde de la Ruptura


Jango entró hablando como quien sabe que el reloj corre en su contra: “sólo conquistaremos la paz social mediante la justicia social”. Palabra bonita, pase preciso, pero el otro equipo, el de las élites, los militares, y los encorbatados que tiemblan cuando oyen la palabra reforma, ya estaba formando la barrera, listo para transformar cualquier chute en motivo para tarjeta roja.


Desde 1961, él jugaba con el reglamento en manos ajenas. Asumió como vicepresidente llamado a toda prisa, entró al campo con un esquema táctico remendado, y todavía tuvo que tragar el parlamentarismo, una especie de técnico autoritario diciendo quién corre, quién va al banco y quién debe callarse. Cuando el plebiscito de 1963 expulsó a ese técnico, Jango recuperó los pases, pero el clima en el vestuario ya estaba contaminado.


El mitin del 13 de marzo era esperado como una final. El CGT – Comando General de los Trabajadores movilizando, estudiantes afinando los cánticos, campesinos llegando en tren como torcidas organizadas desde rincones distantes.


En el micrófono, Miguel Arraes, José Serra y Leonel Brizola jugaban como extremos incendiarios, levantando a la multitud, quizá hasta demasiado.

Brizola, en especial, decidió chutar desde fuera del área pidiendo el cierre del Congreso. Y bueno… en partido tenso, un chute así suele convertirse en munición para el adversario.


Jango sólo subió al palco a las 20:46, con el estadio ya hirviendo. La primera dama Maria Thereza Goulart en el banco de reservas, ministros tensos mirando al árbitro, y el presidente hablando por más de una hora, repitiendo “pueblo” como mantra. Necesitaba que la hinchada presionara al Congreso Nacional, porque el mediocampo parlamentario simplemente no tocaba la pelota.


Los ministros militares estaban allí, una escena curiosa, como ver a un defensa rival sentado en tu banco. Jango elogió a las Fuerzas Armadas, hizo un guiño, intentó mantener el juego limpio. Pero ningún elogio funcionaría para quien ya había decidido dar una patada por detrás. En el vestuario paralelo, los generales ya afilaban sus botines.


Los historiadores repiten que el mitin fue el detonante. Tal vez. Hay quien dice que el golpe de 1964 estaba cocinándose desde 1961, cuando intentaron impedir su posesión. Y, francamente, nunca vi un golpe que no estuviera preparado desde mucho antes.


Tres exministros lo acusaron de “agitaciones” y de colocar “agentes del comunismo” en los sindicatos, nada más que la vieja táctica del equipo conservador: inventar que el adversario quiere incendiar el estadio para justificar una entrada violenta. El fantasma del comunismo era el VAR de la Guerra Fría: siempre activado cuando convenía.


Jango endureció el discurso, sí. Habló de paz social y de riesgo de sangre. Pero reafirmó que quería un camino pacífico. ¿El problema? El otro lado ya había decidido que ese partido no terminaría con un silbato legítimo.


El Papel de la Prensa y de las Fuerzas Armadas en la Desestabilización del Gobierno

Cuando, al día siguiente, los periódicos destacaron la expropiación de las refinerías de petróleo y gritaron que Jango quería violar la Constitución, quedó claro: la crónica deportiva de la prensa brasileña se había convertido en barra brava disfrazada. Folha de São Paulo, O Estado de São Paulo, todos corrieron a decir que el mitin era un golpe. Como acusar al delantero de simular un penal mientras el defensa rival llega con la plancha al pecho.


A partir de ahí, cada movimiento de Jango se volvió sospechoso. El juez ya soplaba el silbato antes incluso de que ocurriera la falta. Y poco después, el equipo de la democracia fue expulsado del campo. ¿El resto, amigo mío? Una prórroga sin hinchada y demasiado larga para ser olvidada.



 
 
 

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