Miguel de Cervantes Saavedra fue un novelista, poeta y dramaturgo español, máximo exponente de la literatura hispánica y uno de los mayores autores de la literatura universal. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, publicada en 1605, es su obra más famosa y considerada la primera novela moderna de la historia occidental.
La literatura cervantina se enmarca en el llamado Siglo de Oro español (siglos XVI-XVII), momento de esplendor de la literatura hispánica, e incluye novelas largas y cortas, poemas y piezas dramatúrgicas. La importancia y singularidad de su obra fueron tales que a menudo se le otorga el título de “príncipe de la inteligencia”.
Miguel de Cervantes fue soldado, prisionero, recaudador de impuestos y escritor de éxito, pero se conservó poca información documental sobre sus primeros años de vida, lo que creó grandes vacíos que nunca se llenaron. Como soldado, participó en la lucha de las potencias católicas europeas contra el Imperio Otomano durante el siglo XVI.
El nacimiento y ascendencia de Miguel de Cervantes es fuente de investigación y debate. Se conservan documentos religiosos de la época y escritos del propio autor, pero existen muchas dudas sobre dónde y cuándo nació exactamente, y en qué contexto socioeconómico familiar. La opinión mayoritaria dice que nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares, ciudad cercana a Madrid y que fue bautizado el 9 de octubre de 1547, en la iglesia de Santa María la Mayor, en Alcalá.
La historia familiar comienza con Juan de Cervantes (n. 1490), abuelo del autor, abogado que administró las propiedades del Duque de Osuna, y residió posteriormente en Córdoba, donde murió hacia 1555. Miguel fue el tercero de los cinco hijos vivos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes con Leonor de Cortinas. Además de Miguel, el matrimonio tuvo otros seis hijos: Andrés, Andrea, Luisa, Rodrigo, Magdalena y Juan.
Miguel de Cervantes luchó por mantenerse económicamente durante casi toda su vida. Su padre, Rodrigo, sordo de nacimiento, trabajaba como cirujano, un trabajo humilde en aquella época. Aunque en ocasiones se afirma que el autor tenía un origen aristocrático, según el periodista y cervantista español Ramón León Máinez (1846-1917), su familia pertenecía a un linaje noble pero arruinado.
Las dificultades económicas ocurrieron con frecuencia en la casa de Cervantes. Impulsado por la necesidad, su padre inició un continuo peregrinaje. Hay constancia de que Rodrigo de Cervantes vivió en Valladolid (1554), en Madrid (1561), en Sevilla (1564-1565) y en Madrid (desde 1566). Desafortunadamente, solo encontró cargos de deuda que terminaron llevándolo a la cárcel.
La vida temprana de Cervantes
Cualesquiera que sean las circunstancias financieras de su familia, Cervantes era un ávido lector cuando era niño, una habilidad que le habría enseñado un pariente. Pero si tuvo mucha educación formal ha sido un tema de debate entre los académicos. Con base en análisis de la obra posterior de Cervantes, algunos creen que pudo haber sido enseñado por los jesuitas, sin embargo, otros cuestionan esta afirmación.
Su educación tuvo lugar en su ciudad natal y no en Madrid o Salamanca, donde los nobles solían enviar a sus hijos a educarse. Sin embargo, no se sabe exactamente dónde ni en qué medida estudió, pero se sabe que no se graduó en la Universidad. En 1563 la familia se fue a vivir a Sevilla, donde estudió gramática y latín con sacerdotes jesuitas.
En esa época descubrió el teatro de Lope de la Rueda, de quien recibió influencia. Hacia 1564, Rodrigo de Cervantes se instaló en Sevilla, gestionando casas de alquiler. Se cree que el joven Miguel asistió a clases en el colegio de los jesuitas, hasta que, en 1566, un nuevo traslado llevó a la familia a Madrid.
El profesor de gramática Juan López de Hoyos, maestro de escuela madrileño y rector del Estudio de La Villa, que publicó en 1569 una obra conmemorativa de la tercera esposa de Felipe II, Isabel de Valois, fallecida el 3 de octubre de 1568. Titulada Historia y relación verdadera De la enfermedad, feliz tránsito y suntuosas exequias fúnebres de la Serenísima Reyna de España Doña Isabel de Valoys, la obra contiene seis aportaciones de Cervantes: un soneto, cuatro redondillas y una elegía. López de Hoyos presenta a Cervantes como “nuestro querido y amado alumno”, y la elegía está dedicada al Cardenal Espinosa “en nombre de todo el colegio”.
Según algunos estudiosos, estos poemas constituyen las primeras obras de Cervantes y una demostración del enorme talento que ya demostraba desde muy joven. Se ha deducido que Cervantes fue educado por López de Hoyos, pero esto es insostenible, ya que la escuela de López de Hoyos no se abrió hasta 1567. También se sabe que era aficionado al teatro y que asistió a numerosas obras de Lope de Rueda (1505- c.1565).
El 13 de octubre de 1568 Giulio Acquaviva llegó a Madrid encargado de una misión especial ante Felipe II. Partió hacia Roma el 2 de diciembre y supuestamente Cervantes lo acompañó. En 1569 surgió la primera de las grandes incógnitas que marcaron la trayectoria vital de Miguel de Cervantes. Cuando parecía que iniciaba una prometedora carrera literaria, y sin que se conocieran los motivos, viajó a Roma para servir como chambelán del cardenal Giulio Acquaviva. Esta hipótesis se basa únicamente en un pasaje de la dedicatoria de Galatea, donde el escritor habla de haber sido “chambelán del cardenal Acquaviva en Roma”.
Existe orden de arresto del 15 de septiembre de 1569 contra un tal Miguel de Cervantes, que hirió a Antonio de Sigura, y fue condenado en ausencia a la amputación de la mano derecha y al destierro de la capital por diez años. No hay pruebas disponibles. Lo único que se sabe con certeza es que Cervantes estuvo en Roma a finales de 1569, pues el 22 de diciembre del mismo año quedó constancia del hecho en información oficial presentada por Rodrigo de Cervantes con el objetivo de acreditar la legitimidad e integridad de su hijo.
Sin embargo, no hay motivos para pensar que Cervantes conoció a Acquaviva (elevado al cardenalato el 17 de mayo de 1570) en Madrid; Es probable que se alistara como supernumerario a finales de 1568, sirviera en Italia y se uniera a la casa de Acquaviva.
En Italia, Cervantes pasó algún tiempo al servicio del cardenal Acquaviva y le acompañó en sus viajes a Roma, Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara. Allí el joven autor descubrió la obra de Ludovico Ariosto (1474-1553), especialmente sus poemas caballerescos, en los que se inspiró mucho más tarde para escribir El Quijote.
Vida militar
Si es difícil decir con precisión cuándo Cervantes estuvo al servicio de Acquaviva, no lo es menos decir cuándo lo dejó para unirse al ejército regular. En 1570, Cervantes abandonó su trabajo como chambelán y se alistó como soldado en el regimiento español de Nápoles, que en ese momento pertenecía a la corona española.
En 1571 sirvió como soldado raso en la compañía del Capitán Diego de Urbina, que formaba parte del célebre regimiento de Miguel de Moncada, y el 16 de septiembre salió de Mesina a bordo del navío Marquesa, que formaba parte de la armada dirigida por Don Juan de Austria (hacia 1547-1578).
Batalla de Lepanto
En 1571 participó en la Batalla Naval de Lepanto, en Grecia, organizada por la Liga Santa, para luchar contra los turcos en el Mediterráneo. La Santa Liga estaba formada por la República de Venecia, el Reino de España (en la época del rey Felipe II), los Caballeros de Malta y los Estados Pontificios. La Liga Santa salió victoriosa, lo que representó el fin de la expansión islámica en el Mediterráneo.
Cuando la flota entró en acción, Cervantes se encontraba tendido, enfermo y con fiebre. A pesar de las protestas de sus camaradas, insistió con vehemencia en levantarse para participar en la lucha y fue colocado con doce hombres bajo su mando en un barco junto a la galera. Recibió tres impactos de bala, dos en el pecho y uno que le mutiló permanentemente la mano izquierda, para mayor gloria de la derecha, según sus propias palabras. Una herida de la que siempre estuvo orgulloso y que le valió, como si de una medalla se tratara, el sobrenombre de “el manco de Lepanto”.
El 30 de octubre la flota regresó a Mesina, donde Cervantes fue hospitalizado y durante su convalecencia recibió subvenciones por valor de ochenta y dos ducados. El 29 de abril de 1572 fue trasladado a la compañía del Capitán Manuel Ponce de León en el regimiento de Lope de Figueroa.
Participó en el combate naval de Largo de Navarino el 7 de octubre de 1572; en la captura de Túnez el 10 de octubre de 1573 y en la fallida expedición para relevar a Goletta en el otoño de 1574. Pasó el resto de su servicio militar en la guarnición de Palermo y Nápoles.
Don Juan llegó a Nápoles el 18 de junio de 1575 y poco después le concedió permiso para regresar a España con una carta de recomendación a Felipe II, además de una declaración similar del Duque de Sessa, virrey de Sicilia. Con estas credenciales, Cervantes se embarcó en la galera “Sol” para impulsar su reclamo de ascenso en España.
Captura, esclavitud, rescate y liberación
El 26 de septiembre de 1575, cerca de Les Trois Maries, en la costa de Marsella, durante el viaje de regreso a España, la galera Sol en la que viajaban Cervantes y su hermano Rodrigo, y sus barcos compañeros, “Mendoza” e “Higuera”, fue interceptado por una flotilla turca, comandada por el corsario albanés Arnaut Mami, y su tripulación hecha prisionera en Argel. Como Cervantes tenía en su poder varias cartas de recomendación de Don Juan de Austria, los turcos pensaron que era un ciudadano ilustre y pidieron quinientas coronas de oro para su liberación.
Intentos de fuga
Cervantes intentó escapar sin éxito en cuatro ocasiones. Su familia logró pagar la liberación de su hermano Rodrigo, quien regresó a Europa con el plan de liberar a su hermano mayor y a otros catorce prisioneros. Lamentablemente, el plan no llegó a buen puerto.
Con coraje y perseverancia organizó planes de fuga. En 1576 envió una carta pidiendo ayuda a Don Martín de Córdoba, gobernador de Oram. Cervantes indujo a un moro para que lo guiara a él y a otros cristianos cautivos a Oram; el moro los abandonó en el camino y los perplejos fugitivos regresaron a Argel. Cervantes fue tratado con dureza. Se declaró el único responsable del plan y fue condenado a recibir dos mil latigazos, pero el castigo no fue aplicado.
Un nuevo intento de fuga no era más que un proyecto y le llevó hasta la presencia de Hassan Pasha, virrey de Argel. Impresionado por el comportamiento heroico del prisionero, Hassan perdonó la sentencia y, por quinientas coronas, compró el Cervantes a Dalí Mami. Cervantes dirigió al Secretario de Estado español, Mateo Vázquez, una carta versificada sugiriendo que se debería preparar una expedición para tomar Argel, pero el proyecto no fue aprobado.
Participación familiar en su liberación
En marzo de 1578, su padre presentó una petición al rey exponiendo los servicios de Cervantes; El duque de Sessa repitió su testimonio sobre los méritos del cautivo. En la primavera de 1579, la madre de Cervantes solicitó licencia para exportar mercancías por valor de dos mil ducados desde Valencia a Argel, y el 31 de julio de 1579 entregó a los monjes trinitarios Juan Gil y Antón de la Bella una suma de dos mil céntimos y cincuenta ducados por el rescate de su hijo.
A finales de 1579 Cervantes obtuvo una fragata; pero el complot le fue revelado a Hassan por Juan Blanco de Paz, un monje dominico, que parece haber concebido un odio inexplicable hacia Cervantes. Una vez más, Hassan salvó la vida del conspirador y, según se informa, declaró que “mientras mantuviera bajo custodia al español mutilado, sus cristianos, sus barcos y su ciudad estarían a salvo”.
Pago de rescate
Finalmente, en septiembre de 1580, el rescate de Cervantes fue pagado por fray Juan Gil, quien lo cobró de los comerciantes cristianos. Junto con otros cautivos españoles, Cervantes regresó a España en octubre de ese año. Él ya estaba embarcado hacia Constantinopla cuando se pagó el dinero el 29 de mayo o 19 de septiembre de 1580.
Los dos trinitenses llegaron a Argel casi en el último minuto, cuando el mandato de Hassan estaba expirando y cualquier acuerdo de rescate era un proceso lento que implicaba muchas negociaciones. Hassan se negó a aceptar menos de quinientos ducados de oro por su esclavo. Los fondos disponibles no alcanzaron esta cantidad y el resto se recaudó de los comerciantes cristianos de Argel.
El 27 de octubre desembarcó en Dénia (Alicante) y en noviembre puso rumbo a Madrid. Firmó una declaración ante notario de esa ciudad el 18 de diciembre de 1580. Su cautiverio había durado cinco años y un mes y estaba perpetuado en su obra Los baños de Argel y en el cuento El Prisionero, incluido en Don Quijote. El primer uso que hizo de su libertad fue solicitar declaraciones juradas de sus actuaciones en Argel.
Estas fechas prueban que no puede, como suele afirmarse, haber servido a las órdenes de Alva en la campaña portuguesa de 1580. Esa campaña terminó con la Batalla de Alcántara el 25 de agosto de 1580. Sin embargo, parece seguro que visitó Portugal poco después de su regreso de Argel, y en mayo de 1581 fue enviado desde Thomar en misión a Oram.
Todo indica que, al regresar a España, Cervantes confiaba en que sus méritos militares le recompensarían con un cargo público, pero no fue eso lo que ocurrió. Sólo hay constancia de que, en 1581, se dirigió a Oram, en misión desconocida, y luego a Lisboa para informar del asunto al gobierno de Felipe II.
Ese mismo año, tras una estancia con su familia en Madrid, Cervantes viajó a Portugal, donde se encontraba la corte del rey Felipe II, con la intención de rehacer su vida y, finalmente, saldar la deuda contraída por su familia. Incluso solicitó un trabajo en las Indias Occidentales al año siguiente, pero no lo consiguió.
Las historias de su residencia en Portugal y sus amores con una noble dama portuguesa que le dio una hija son simples mentiras. Desde 1582-3 hasta 1587 Cervantes parece haber escrito copiosamente para teatro, y en Adjunta al Parnaso menciona varias de sus obras como “dignas de elogio”; fueron Los Tratos de Argel, La Numancia, La Gran Turquesa, La Batalla Naval, La Jerusalén, La Amaranta o La de Mayo, El Bosque Amoroso y La Unica y Bizarra Ársinda.
Andalucía, Sevilla, Valladolid
Aunque no hay muchos datos sobre el paradero de Cervantes entre 1582 y 1583, sí sabemos de su relación amorosa con Ana Villafranca de Rojas, una mujer casada con la que tuvo una hija, Isabel de Saavedra. En 1584 regresó a España.
En Madrid obtuvo un cargo público y comenzó a escribir La Galatea, novela pastoril y su primera obra literaria importante, publicada en Alcalá de Henares en 1585. La Galatea se dividió en seis libros, de los cuales Cervantes escribió sólo la primera parte. Estableció contacto con escritores de la época como Luís de Góngora y Lope de Vega. Escribió los poemas dramáticos Los Tratos de Argel y La Numancia.
En 1584 se casó con Catalina de Salazar y Palacios. No fue un matrimonio feliz. Después de dos años, sin tener hijos, Cervantes emprendió una serie de extensos viajes por Andalucía. Finalmente, en 1588, decidió establecerse en Sevilla, lejos de su esposa, donde ejerció como comisario real de abastecimientos. Estuvo a cargo, por parte del rey, como comisario de alimentos para las armadas y flotas que se dirigían a las Indias, pasando a vivir a Sevilla.
Sus deberes como comisario le exigían realizar tareas desagradables como la incautación de aceite y cereales en las comunidades rurales. Cuando muchos no quisieron proporcionar los bienes necesarios, Cervantes fue acusado de mala gestión y acabó en prisión.
Además, lo expusieron a acusaciones de corrupción en 1592, de las que quedó demostrada su inocencia. En 1597 pasó un breve período en prisión, tras la quiebra del banco donde depositaba determinadas cargas aduaneras para el reino de Granada. Fue durante este difícil período que comenzó a escribir algunas de las mayores obras maestras de la literatura.
Posteriormente fue nombrado recaudador de impuestos adeudados a la Corona de los reinos de Granada, lo que le obligó a viajar frecuentemente a Andalucía y La Mancha. Debido a retrasos en presentarse ante la Corona, Cervantes fue arrestado tres veces. Algunos historiadores dicen que la primera parte del libro Don Quijote fue escrita mientras se encontraba preso en Argamasilla del Alba, entre 1601 y 1603.
La fatalidad, sin embargo, se instaló en el seno de su familia
En 1593 murió su madre y, en 1600, también murió su hermano Rodrigo en la Batalla de las Dunas. Poco después, en 1604, mientras terminaba de escribir Don Quijote, se instaló en Valladolid con sus hermanas Andrea y Magdalena, su hija Isabel y una sirvienta llamada María de Ceballos.
Interpretada literalmente, una declaración formal de sus servicios, firmada por Cervantes el 21 de mayo de 1590, parece que sirvió en las campañas de las Azores de 1582-83; pero la redacción del documento no es clara, las afirmaciones de Cervantes se confunden con las de su hermano Rodrigo (que fue ascendido a alférez en las Azores). Por tanto, es dudoso que participara en alguna de las expediciones de Santa Cruz.
Algunos biógrafos explican que Cervantes volvió a prisión entre 1602 y 1603, pero no existe documentación que lo acredite. También se debate si fue en la prisión de Argel o en la prisión de Sevilla donde Cervantes realmente tuvo las ideas de lo que más tarde sería Don Quijote. En cualquier caso, en 1604 Cervantes se despidió de Sevilla y se trasladó a Valladolid, donde vivió con su mujer, hermanas, sobrinas e hija natural.
Ninguna bondad descendió sobre la vida doméstica de Cervantes. Un apuñalamiento en la calle frente a la casa de Valladolid en junio de 1605 provocó ridículamente el arresto de toda la familia. Después, cuando siguieron la corte hasta Madrid, siguió atormentado por disputas monetarias y ahora, también, por dificultades domésticas. La familia vivió en varias calles durante los siguientes años antes de instalarse finalmente en la Calle de León.
Publicaciones de Don Quijote
En julio o agosto de 1604, Cervantes vendió los derechos de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, conocido como Don Quijote, Parte I al librero Francisco de Robles por una suma desconocida. La licencia de publicación se concedió en septiembre y el libro apareció en enero de 1605. Hay algunas pruebas de que su contenido era conocido antes de su publicación, entre otros, por Lope de Vega, cuyas vicisitudes en las relaciones con Cervantes se encontraban entonces en un punto bajo. Ahora se sabe que los compositores de la editorial madrileña de Juan de la Cuesta fueron responsables de muchos errores en el texto, muchos de los cuales fueron atribuidos durante mucho tiempo al autor.
Sin embargo, la venta de los derechos de publicación significó que Cervantes ya no obtuviera ganancias financieras con la Parte I de su novela. Tenía que hacer lo mejor que pudiera con el patrocinio. La dedicatoria al joven Duque de Béjar fue un error. Tuvo mejor suerte con dos personajes mucho más influyentes: el Conde de Lemos, a quien dedicaría la segunda parte y nada menos que otras tres obras, a Don Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo.
Esto alivió un poco su situación financiera. Sin embargo, está claro que le gustaría tener un lugar más seguro en el panteón de los escritores del país que el que jamás alcanzó durante su vida: quería una reputación comparable a la de Lope de Vega o el poeta Luis de Góngora, por ejemplo. Su sensación de su propia posición marginal se puede deducir de su Viaje del Parnaso (1614), dos o tres de los prefacios posteriores y algunas fuentes externas.
Sin embargo, un éxito relativo, una ambición aún incumplida y un deseo incansable de experimentar con formas ficticias hicieron que, a la edad de 57 años, cuando le quedaban menos de una docena de años, entrara en el período más productivo de su carrera.
Como muchos otros escritores de la época, Cervantes albergaba esperanzas de ser nombrado secretario del Conde de Lemos cuando, en 1610, el conde fue nombrado Virrey de Nápoles; Una vez más Cervantes quedó decepcionado. En 1609 se unió a una orden religiosa de moda, los Esclavos del Santísimo Sacramento, y cuatro años más tarde se convirtió en franciscano terciario, lo que supuso un compromiso más serio.
Los alumnos de Cervantes también saben de una creciente implicación en la vida literaria de la capital, a través de su asistencia a la Academia Salvaje, una especie de salón de escritores, en 1612. No se sabe exactamente cuándo Cervantes comenzó a escribir la Parte II de Don Quijote, pero probablemente no había pasado más de la mitad a finales de julio de 1614.
Hacia septiembre, alguien que se hacía llamar Alonso Fernández de Avellaneda, un aragonés no identificado que era admirador de Lope de Vega, publicó en Tarragona una segunda parte espuria. El libro tiene mérito, aunque es tosco en comparación con su modelo. En el prólogo, el autor insultó gratuitamente a Cervantes, quien, como era de esperar, se ofendió y respondió, aunque con relativa moderación en comparación con los insultos de algunas rivalidades literarias de la época. También incorporó a su propia ficción algunas críticas a Fernández de Avellaneda y sus “pseudo” Quijote y Sancho a partir del capítulo 59 en adelante.
Don Quijote, Parte II, salió de la misma imprenta que su predecesor a finales de 1615. Fue rápidamente reimpreso en Bruselas y Valencia en 1616 y en Lisboa en 1617. Las Partes I y II aparecieron por primera vez en una edición en Barcelona en 1617. Allí Fue una traducción francesa de la Parte II en 1618 y una inglesa en 1620. La segunda parte capitaliza el potencial de la primera, desarrollándose y diversificándose sin sacrificar la familiaridad. La mayoría de la gente está de acuerdo en que es más rico y profundo.
En sus últimos años, Cervantes mencionó varias obras que aparentemente no llegaron a la prensa, si es que realmente comenzó a escribirlas. Estaba Bernardo (el nombre de un héroe épico español legendario), las Semanas del jardín (colección de cuentos, tal vez como el Decamerón de Boccaccio) y la continuación de su Galatea.
Su última novela, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia septentrional, se publicó póstumamente en 1617. En ella Cervantes buscó renovar el romance heroico de aventuras y amor a la manera de las Etiópicas de Heliodoro. Era un género de prestigio intelectual destinado a tener mucho éxito en la Francia del siglo XVII. Con la intención de edificar y entretener al mismo tiempo, Persiles es una obra ambiciosa que explora el potencial mítico y simbólico del romance. Tuvo mucho éxito cuando apareció; hubo ocho ediciones en español en dos años y traducciones al francés y al inglés en 1618 y 1619 respectivamente.
Los últimos años de Cervantes
Entre la aparición del primer y segundo volumen de Don Quijote, Cervantes publicó otras obras importantes, como sus Romances Ejemplares (1613), Viaje del Parnaso (1614) y Ocho comedias y Ocho Entremeses Nuevos Nunca Presentados (1615). En ese momento, Cervantes ya se había trasladado con su familia a Madrid, donde fue trasladada la corte real. Su mundo familiar también cambió. Sus hermanas Andrea y Magdalena murieron en 1609 y 1611 respectivamente, y su hija Isabel se casó, enviudó y se volvió a casar.
Aunque sus obras literarias ya circulaban ampliamente en aquella época, Cervantes fracasó en sus intentos de entrar en la corte y acompañar al Conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro y Andrade (1576-1622), recién nombrado virrey de Nápoles. Ni siquiera en sus últimos años Cervantes pudo escapar de las dificultades económicas.
Estos últimos años son los mejor documentados sobre su vida. Vivió retraído en su casa, dedicado a la oración y a la literatura y más cerca de su esposa que nunca. El 19 de ese mismo mes, gravemente enfermo, dedicó su último libro, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, al Conde de Lemos, haciendo suyos los versos: “Puesto ya el pie en el estribo, / con las ansias de la muerte, / Gran señor, le escribo”.
La muerte de Cervantes
Cervantes no estaba destinado a verlo impreso. En abril de 1616 contrajo hidropesía, una enfermedad que afecta al oído interno del paciente, provocando síntomas variados que van desde mareos y vértigo hasta problemas relacionados con la audición, como pérdida de audición o sordera.
El 18 de abril de 1616 recibió el sacramento de la extremaunción; al día siguiente escribió la dedicatoria de Persiles y Sigismunda al Conde de Lemos, la más conmovedora y galante de las despedidas. En la dedicatoria, escrita tres días antes de morir, Cervantes, “con el pie ya en el estribo”, decía un conmovedor adiós al mundo. Con una mente lúcida hasta el final, parece haber alcanzado una serenidad de espíritu final.
El prólogo de Persiles fue su testamento literario. Murió en Madrid, en la Calle del León, casi con seguridad el 22 o 23 de abril de 1616. Tenía 68 años y era diabético. Fue retirado de su casa con el rostro descubierto y con el hábito franciscano, según la regla de los Terciarios de São Francisco, y el 24 de abril fue enterrado en la iglesia anexa al convento de las Trinitarias de la Calle de Cantarranas.
La partida de entierro indica que este último fue el día de su sepultura, en el Convento de los Trinitarios Descalzos de la Calle de Cantarranas (hoy Calle de Lope de Vega). La ubicación exacta no está marcada. No se sabe que haya sobrevivido ningún testamento.
La historia del traslado de sus restos a la Calle del Humilladero en 1633 no tiene fundamento, pero se desconoce la posición exacta de su tumba. La falta de recursos obligó a los cohermanos de la Venerable Tercera Orden de San Francisco a costear el funeral del escritor. Meses después, Catarina, su viuda, logró la publicación de Persiles.
A principios de 1617 se publicó Persiles y Sigismunda, que tuvo ocho ediciones en dos años; pero el interés por él pronto se desvaneció y no se reimprimió entre 1625 y 1719. La esposa de Cervantes murió sin descendencia el 31 de octubre de 1626; su hija natural, que sobrevivió a su hijo de su primer matrimonio y a su segundo marido, murió el 20 de septiembre de 1652. Cervantes está representado únicamente por sus obras.
Sólo los ejemplares de las Novelas le darían un lugar destacado entre los novelistas españoles; Don Quijote le da derecho a estar entre los más grandes escritores de todos los tiempos: “los niños pasan las páginas, los jóvenes leen, los adultos entienden, los viejos alaban”. Ha sobrevivido a todos los cambios en el gusto literario y hoy es aún más popular que hace tres siglos.
El legado literario de Cervantes
La obra de Cervantes forma parte del legado literario universal y sus obras están siendo estudiadas y reeditadas. Don Quijote es, después de la Biblia, el libro más traducido y editado de la historia, y ha sido ampliamente estudiado por intelectuales internacionales, como Vladimir Nabokov (1899-1977), Gyorgy Lukács (1885-1971) o Jorge Luis Borges (1899- 1986).
Cervantes es considerado hoy el gran autor de la cultura hispánica y el creador de la novela moderna y la novela polifónica. La novela polifónica involucra una multiplicidad de conciencias, de personajes que dialogan entre sí y con su autor-creador. La novela mono lógica implica una única conciencia, la conciencia del autor, a la que están subordinadas todas las demás conciencias de los personajes.
Sus obras, de enorme originalidad, abarcan los géneros de la poesía, el romance y la dramaturgia, e incluso la crítica literaria. En particular, Cervantes cultivó con éxito el aperitivo, la comedia, el romance pastoril y otros géneros de la época.
El nombre de Cervantes también acompaña al máximo galardón literario en lengua española, que otorga anualmente el Ministerio de Cultura y Deportes de España desde 1976. Además, hay monumentos en su honor en todo el mundo. Es bastante habitual que institutos, colegios, teatros, cines y otros espacios culturales lleven su nombre. El día de su muerte, el 23 de abril, se celebra como el Día del Libro en casi todas las naciones occidentales.
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