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El Trovadoresco: Explicación del Amor, la Música y la Sátira Medievales

  • Foto do escritor: Paulo Pereira de Araujo
    Paulo Pereira de Araujo
  • 8 de dez.
  • 3 min de leitura
La vida de los trovadores no era nada fácil, pero incluso disfrutaban de un poco de sufrimiento romántico.
La vida de los trovadores no era nada fácil, pero incluso disfrutaban de un poco de sufrimiento romántico.

Trovadoresco: El Amor Platónico que Dominó la Edad Media


Lo llamaban Trovadoresco. Y solo el nombre ya suena a laúd afinado con el codo, ese tintineo torcido que anuncia no solo música, sino toda una psicología medieval hecha de suspiros, promesas imposibles y una dosis descomunal de ingenuidad amorosa.


Fue el primer movimiento literario de nuestra civilización occidental, o al menos el primero que juntó poesía, música y un montón de hombres suspirando por mujeres casadas, la más tradicional de las tradiciones europeas.

Comenzó en Provenza, tierra de castillos soleados y vinos que probablemente dejaban a los trovadores aún más inspirados (o más llorones).


De allí se extendió como chisme de corte: una condesa comentaba algo aquí, un juglar murmuraba allá, y pronto toda Europa aplaudía versos musicados de amores imposibles. Cuando el asunto llegó a Portugal, adquirió el encanto rústico del galaicoportugués, lengua oficializada por Don Denis, el primer multitarea de la Península Ibérica, el rey que rimaba, cantaba, escribía y aún encontraba tiempo para gobernar.


Fue justamente en este ambiente donde surgió Paio Soares de Taveirós, autor de la famosa Cantiga da Ribeirinha, básicamente un “hola, desaparecida” del siglo XII. Solo que, en vez de enviarse por WhatsApp a las 23:47, se recitaba con laúd de fondo, frente a una noble inaccesible que, por lo que parece, tenía muchas otras cosas que hacer antes que escuchar las lamentaciones 

melódicas de enamorados profesionales.


¿El escenario? Un mundo feudal, teocéntrico y, seamos sinceros, bastante maloliente. La Iglesia mandaba más que una suegra y regulaba todo, desde la salvación del alma hasta el tamaño del sentimiento permitido en los poemas.


Los trovadores, pobres, iban por ahí con flautas, capas gastadas y cara de enamorados, cantando para damas inalcanzables que probablemente ni sabían sus nombres. Era amor cortés, amor de rodillas, en el sentido literal y figurado, ya que buena parte de las declaraciones amorosas incluía una reverencia exagerada, casi un estiramiento.


Cantigas de Escarnio y Maldizer en el TrovadorescoPero no todo era melancolía romántica. El Trovadoresco también tenía sus cantigas de escarnio y maldizer, una especie de Twitter medieval: indirectas aquí, pullas allá, mucho sarcasmo y crítica social organizada a base de juegos de palabras.


Si alguien estacionaba el caballo frente a la puerta equivocada, se convertía en verso. Si un noble se creía demasiado, allí venía la cantiga exponiendo la fanfarronería, todo registrado en los cancioneiros, esos libros preciosos que funcionaban como diarios poéticos de la Edad Media.


Y lo más curioso es que, en medio de aquel mundo duro, con peste, cruzadas, hambre, dos cucharadas de superstición por encima y casi ninguna convivencia con el baño, brotaba poesía medieval. Poesía afinada, ritmada, organizada, llena de intenciones ocultas. Es como si, para sobrevivir a la dureza de la realidad, el ser humano inventara la delicadeza como válvula de escape. Vaya uno a entender el alma humana.


En el siglo XIV, el Trovadoresco fue marchitándose, perdiendo espacio ante el Humanismo, movimiento que prefería hablar de personas reales en vez de amores inalcanzables. Nada contra los trovadores: ellos nos enseñaron que hasta sufrir puede convertirse en arte y que el amor imposible genera buenas rimas.


Puede que sin ellos hoy solo escribiéramos correos electrónicos demasiado directos para contener cualquier emoción. Nos legaron la idea de que el sentimentalismo exagerado también forma parte de la historia de la literatura.

Y, convenzámonos, si Paio Soares de Taveirós viviera hoy, estaría en el grupo familiar enviando un audio de tres minutos, lleno de pausas dramáticas y suspiros calculados: “Hola, prima de la Ribera… pensé en ti escuchando a Shakira. Si no respondes, compongo otra.”



 
 
 

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