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Carolina Maria de Jesus, Mujer de Palabra y Papel Arrugado

  • Foto do escritor: Paulo Pereira de Araujo
    Paulo Pereira de Araujo
  • 16 de dez.
  • 4 min de leitura
Carolina María de Jesús, a pesar de todas las dificultades, escribió sobre lo que le pasaba en la favela de Canindé.
Carolina María de Jesús, a pesar de todas las dificultades, escribió sobre lo que le pasaba en la favela de Canindé.

Grito Silenciado de una Madre Sola en la Periferia


Siempre desconfío de las historias que empiezan diciendo que alguien “tenía todo para no ser” algo. Normalmente vienen acompañadas de un aire edificante, casi de propaganda bancaria. Pero con Carolina Maria de Jesus no hay propaganda posible. Lo que hay es asombro.


Y un asombro que no se disipa, ni siquiera después de la tercera o cuarta lectura de Quarto de Despejo (El Cuarto del Descarte). Asombro no por la miseria, esa Brasil la conoce bien, sino por la lucidez. Carolina Maria de Jesus no escribe para pedir disculpas por existir. Escribe porque existe. Y eso incomoda hasta hoy.


Salí indispuesta, con ganas de acostarme. Pero el pobre no descansa. No tiene el privilegio de gozar del descanso. Yo estaba nerviosa por dentro, maldiciendo la suerte. Recogí dos sacos de papel. Luego regresé y recogí unos hierros, unas latas y leña.

Salí indispuesta, con ganas de acostarme. Pero el pobre no descansa. No tiene el privilegio de gozar del descanso. Yo estaba nerviosa por dentro, maldiciendo la suerte. Recogí dos sacos de papel. Luego regresé y recogí unos hierros, unas latas y leña.

El Cuarto del Descarte

Carolina Maria de Jesus nació en 1914, hija de padres analfabetos, en Sacramento, Minas Gerais. Estudió solo dos años. Dos. Y aun así fue suficiente para que la lectura se le pegara como el hambre. El primer libro fue La esclava Isaura, un clásico de la literatura brasileña.


El paso por São Paulo no fue una elección estética ni un proyecto de vida. Fue un empujón. La ciudad expulsa a quien no encaja y después finge sorpresa cuando esas personas regresan por la puerta trasera.


En 1947, Carolina fue a parar a la Favela do Canindé, donde hoy hay estadio, concreto, urbanismo y memoria selectiva. Allí vivió de lo que se podía, incluso de recoger papel. Los mejores los guardaba. No para venderlos, sino para escribir. Y aquí es donde mucha gente se pierde.


Carolina escribía. No “anotaba impresiones”. Escribía con frase, ritmo, observación e ironía. Trabajaba como empleada doméstica en la casa del cirujano Euryclides Zerbini y usaba los días libres para frecuentar la biblioteca. Hay algo profundamente brasileño en esa escena: el país que no ofrece educación, pero se sorprende cuando alguien aprende sola.

Yo, que antes de comer veía el cielo, los árboles, las aves, todo amarillo, después de comer todo se normalizó ante mis ojos. El mareo del alcohol nos impide cantar. Pero el del hambre nos hace temblar. Me di cuenta de que es horrible tener solo aire dentro del estómago.

El Cuarto del Descarte

Cuando el periodista Audálio Dantas la encontró, en 1958, ella ya tenía todo escrito. Cuarto de Desahogo salió en 1960 y se convirtió en un fenómeno editorial: cien mil ejemplares en un año, traducciones a trece idiomas, la favela hablando por sí misma.


Claro que llegó la sospecha. Una mujer negra, favelada, semianalfabeta, escribiendo así. A Brasil le cuesta aceptar que la inteligencia no pide autorización. Pero Carolina escribió porque vivió. Y porque pensó sobre lo que vivió. La veracidad del texto no está en el dolor, sino en la forma en que observa el mundo, incluidos sus propios vecinos e incluso a sí misma.

Me quedé pensando que necesitaba comprar pan, jabón y leche para Vera Eunice. ¡Y los 13 cruzeiros no alcanzaban! Llegué a casa, o mejor dicho, a mi barracón, nerviosa y agotada. Pensé en la vida agitada que llevo. Recojo papel, lavo ropa para dos jóvenes, permanezco en la calle todo el día. Y siempre estoy en falta.

El Cuarto del Descarte

El éxito la sacó de la favela, pero no la libró del país. Casa de Albañilería no repitió el impacto. El prejuicio social persistió. Al final de su vida, Carolina volvió a recoger papel. A Brasil le gustan los milagros, pero odia la continuidad.


Aun así, El Cuarto del Descarte obligó al país a mirar problemas estructurales: hambre, saneamiento, basura, agua, desigualdad social. Nada era abstracto. Todo tenía olor, peso, día y hora. La Señora Derradera se la llevó en 1977, pero dejó una prueba incómoda: la literatura brasileña no cabe solo en gabinetes, universidades o suplementos culturales.


Cuando releo a Carolina Maria de Jesus, pienso menos en superación y más en insistencia. No venció al sistema. Escribió a pesar de él. Y eso sigue siendo profundamente perturbador. Porque nos obliga a admitir que el talento siempre estuvo allí. Lo que faltó, y aún falta, fue la vergüenza de quienes nunca quisieron escuchar.



 
 
 

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