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Poesía, revolución y resistencia no violenta



Claribel Alegría Vides, poeta, ensayista y periodista nicaragüense salvadoreña fue una voz importante en la Literatura centroamericana contemporánea. Destacada por su testimonio de la Revolución sandinista en Nicaragua, fue más conocida en los Estados Unidos por la edición bilingüe de su volumen de poesía, Flores del volcán (1982), traducido por la poeta Carolyn Forché.

Claribel Alegría nació en Estelí, Nicaragua. Era hija de un rebelde nicaragüense, un médico incendiario que casi fue asesinado por los marines estadounidenses por su oposición al gobierno títere de su país. Ella heredó un legado de desafío, convirtiéndose en una de las principales poetisas del sufrimiento y la angustia, un cementerio ambulante, como a veces se describía, para las voces de las personas asesinadas por los escuadrones de la muerte salvadoreños en la década de 1980 y el prolongado fuego cruzado de la guerra civil en Nicaragua.

La poeta comenzó a componer poesía a la edad de seis años y se la dictaba a su madre, quien luego la grababa. Alegría citó Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke como un impulso para su habilidad poética. A los diecisiete años, publicó sus primeros poemas en el Repertorio Americano, una división cultural de América Central.


Exilio en El Salvador


A los nueve meses de edad de Claribel, los infantes de marina de los Estados Unidos estaban estacionados en Nicaragua en apoyo del gobierno local.


Debido a las críticas de su padre a la presencia estadounidense y la violación de los derechos humanos durante las protestas durante la ocupación estadounidense de Nicaragua, la familia se exilió a El Salvador. Claribel creció en Santa Ana, un municipio de El Salvador. De ahí que se considerara nicaragüense y salvadoreña.

Claribel recibió el apoyo inicial de José Vasconcelos, un destacado educador mexicano que la ayudó a emigrar a los Estados Unidos, y de Juan Ramón Jiménez, un poeta español ganador del Premio Nobel que se convirtió en su maestro y mentor.

Muchos críticos la han etiquetado como parte de la Generación comprometida de izquierda latinoamericana de poetas y novelistas reformistas. Cuando su anciana madre murió en El Salvador varios años después, sus hermanos la llamaron para decirle que no se acercara. "No vengas, porque habrá dos funerales en lugar de uno". Claribel evitó el país hasta 1992, cuando terminó la guerra civil.

En 1943, después de graduarse de la escuela secundaria, Claribel se mudó a los Estados Unidos y, en 1948, recibió una licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad George Washington, centro al que se mudó después de estudiar inicialmente en la Universidad de Loyola en Nueva Orleans. A lo largo de su vida, enfatizó su compromiso con la resistencia no violenta, incluso durante su estrecha asociación con el FSLN - Frente Sandinista de Liberación Nacional, el movimiento popular que tomó el control del gobierno de Nicaragua en 1979 y derrocó al dictador Anastasio Somoza Debayle. En 1985 regresó a Nicaragua para ayudar a reconstruir el país.


En 1947 se casó con Darwin Flakoll, con quien coescribió la novela Cenizas de Izalco (1966). La pareja vivió en Estados Unidos, México, Chile, Uruguay y en la isla de Mallorca, España, antes de regresar a Nicaragua en la década de 1980 después de que los sandinistas de izquierda derrocaran al presidente Anastasio Somoza.

Dictadura, Asesinatos y Guerra Civil en El Salvador

Claribel había sido testigo de una masacre a los 7 años, cuando cientos de campesinos fueron ejecutados por militares en el oeste de El Salvador después de un levantamiento fallido. En 1980 se exilió por su cuenta, luego de realizar una lectura de un libro en la Sorbona de París, en el que condenaba el asesinato del arzobispo salvadoreño Óscar Romero a manos de un pistolero desconocido.

Romero fue un sacerdote generoso y activo: visitaba a los enfermos, enseñaba religión en las escuelas, era capellán de prisiones. Los pobres necesitados hacían fila en la puerta de su rectoría, pidiendo y recibiendo ayuda. Durante 26 años, en el rol de vicario, el Padre Oscar Romero conoció la profunda miseria que azotaba a su pequeño país.

En 1977, Oscar Romero fue nombrado arzobispo de El Salvador, llegando a la capital con reputación de conservador. En el fondo era un hombre del pueblo, sencillo, profundamente sensible a los sufrimientos de la mayoría, de firme perspicacia combinada con el valor de la decisión.



En 1979, el presidente Carlos Humberto Romero fue depuesto por el golpe militar. La dictadura se instaló en el país y, poco a poco, la violencia se intensificó. El caos político, económico e institucional reinaba en el país. De enero a marzo de 1980 fueron asesinados 1015 salvadoreños. Los responsables pertenecían a las fuerzas de seguridad y organizaciones conservadoras del régimen militar instalado en el país.

Dos sacerdotes fueron asesinados violentamente por defender a los campesinos, que fueron a buscar refugio en sus parroquias. Don Romero tuvo que tomar posición y, enseguida, se colocó en medio del conflicto. No para aumentarlo, sino para ayudar a solucionarlo. Esta actitud revelaba cuán realista era su espiritualidad y cuán sereno y obediente era su corazón al Evangelio. El 24 de marzo de 1980, monseñor Romero fue baleado y muerto, en medio de enfermos de cáncer y enfermeras, mientras celebraba misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, en la capital de El Salvador.

La dictadura de Somoza (1934-1979)

Anastasio Somoza García fue empleado de empresas estadounidenses o controladas por el gobierno estadounidense durante la ocupación militar de Nicaragua en la primera década del siglo XX. Más tarde, se convirtió en un leal soldado al servicio de Washington, durante el período en que el gobierno estadounidense, presionado por el patriotismo del presidente, el general Augusto César Sandino, decidió descartar al ejército de Nicaragua y establecer en su lugar una Guardia Nacional, cuyo mando fue encomendado a Somoza. El éxito de la familia Somoza nació del control del ejército nacional y la lealtad a los intereses del gobierno estadounidense.

La primera tarea de Somoza fue asesinar a Sandino y crear las condiciones para estabilizar el país, marcado por los tradicionales conflictos entre conservadores y liberales. Con eso, allanó el camino para convertirse en presidente de Nicaragua. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Somoza, aliado con los Estados Unidos, declaró la guerra a la Alemania de Hitler. Con esto logró no solo asegurarse la generosidad de los estadounidenses, sino también confiscar las propiedades de los alemanes en Nicaragua e iniciar fácilmente su fortuna. Tal actitud se consideró progresista frente a la posición de la oligarquía conservadora, que prefirió alinearse explícitamente con el Eje Franco, Hitler y Mussolini.

Apoyados en la engañosa credibilidad de la democracia electoral, Somoza y su familia lograron mantenerse en el poder durante 45 años (1934 a 1979). Con la dinastía Somoza, el imperialismo estadounidense fortaleció su hegemonía en la región del Caribe. Posteriormente, Nicaragua sirvió de base para la invasión a Guatemala por parte de Jacobo Arbenz Guzmán (1954) y Bahía de Cochinos, en Cuba, por Fulgencio Batista (1961).



La Revolución Sandinista de 1979


En la década de 1970, en Nicaragua, la naciente burguesía (alejada del liberalismo y económicamente resentida) y la oligarquía tradicional (políticamente opuesta) comenzaron a organizarse en términos corporativos y políticos. Las fuerzas populares desarrollaron un impulso organizativo similar, encabezado por un movimiento de liberación nacional, el FSLN, que desde 1960, animado por la Revolución cubana, le había declarado la guerra a la dictadura de Somoza.

El chantaje y la represión del somozismo no se hicieron esperar. El FSLN y la oligarquía tuvieron que unir fuerzas para liderar un proyecto de unidad nacional para derrotar al dictador. Muchos miembros destacados de la oligarquía se involucraron con la revolución y participaron en todos los campos, militar, político, diplomático, cultural, etc., llegando incluso a ser líderes de la revolución triunfante.

Temiendo una revolución que transformara a Nicaragua en una segunda Cuba, el gobierno de Estados Unidos, que enarboló la bandera de los derechos humanos, participó en la derrota de la dictadura Somoza.

El presidente Jimmy Carter y algunos gobiernos cercanos (México, Costa Rica, Panamá y Venezuela) han cortado toda ayuda militar, económica y diplomática al gobierno de Somoza. Acorralado, él accedió a renunciar al poder. La deserción de la familia Somoza desmoralizó a la Guardia Nacional. La indecisión de la oposición democrático-burguesa y la demora del propio gobierno estadounidense en forzar la salida de Somoza, permitió que las fuerzas guerrilleras del FSLN y la población insurgente desbarataran todo el esquema militar de la dictadura de Somoza.



El asesinato, en 1978, del conservador Pedro Chamorro, líder opositor y director del diario El Diario La Prensa, cuyo apellido simbolizaba toda la trayectoria dirigente y gobernante de la oligarquía conservadora, fue uno de los episodios que más influyó en la ordenación de fuerzas opuestas a la dictadura de Somoza. Este magnicidio y su condena nacional e internacional ampliaron el abanico de posibilidades políticas al alcance de la población en su conjunto, que el FSLN aprovechó para aumentar la audacia revolucionaria en la insurrección final.

El descontento de la gran burguesía y la oligarquía conservadora, la conciencia y movilización de las Comunidades Cristianas de Base y el ambiente guerrillero que se manifestaba en el continente latinoamericano contribuyeron al desencadenamiento de hechos revolucionarios contra la dictadura de Somoza.

Los sandinistas, sin embargo, tuvieron que luchar contra oponentes internos y externos. El período 1979-1990 se caracterizó por la reacción de los “Contras”, un grupo militar de derecha que contaba con muchos ex miembros de la Guardia Nacional y que recibía financiamiento del presidente estadounidense Ronald Reagan.

A lo largo de la década de 1980, la relación entre los sandinistas y la burguesía nicaragüense comenzó a deshilacharse y, poco a poco, la adhesión de esta última a los grupos contrarrevolucionarios debilitó a los sandinistas en el poder. Además, cabe señalar que la acción de los Contra en su lucha con los sandinistas fue la responsable de socavar la paz social en el país. Como resultado, los sandinistas fueron derrotados en las elecciones presidenciales de 1990. En esa elección, Violeta Barrios de Chamorro obtuvo el 55% de los votos y derrotó a Daniel Ortega, poniendo fin al poder de los sandinistas en Nicaragua.



Primera obra y su relación con la Generación Comprometida

Las tendencias ideológicas y literarias de Alegría son un reflejo de una corriente literaria centroamericana que cobró impulso durante las décadas de 1950 y 1960 conocida como la Generación comprometida. Reconocida como una de las voces más destacadas de la poesía latinoamericana, Claribel se relacionó con la Generación Comprometida. Mantuvo una estrecha relación con el FSLN y regresó a Nicaragua en 1985 para ayudar a reconstruir el país.

Fue José Vasconcelos quien prologó su primera publicación Anillos del silencio, su primera colección de poemas, en 1948, cuando Claribel aún era estudiante en la Universidad George Washington. La selección poética de la obra estuvo a cargo de su mentor Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura. Claribel mantuvo vivo el legado de la vanguardia salvadoreña de los años 30 en la Literatura latinoamericana: Salarrué, Alberto Guerra y Claudia Lars.

Opuesta a los regímenes dictatoriales e incluida en la Generación Comprometida, Claribel también escribió varios ensayos de carácter político, como: La Encrucijada Salvadoreña (1980), No me llaman viva: la mujer salvadoreña en lucha (1983) y Para romper el silencio: Resistencia y lucha en las cárceles salvadoreñas (1984).

Obras principales

Educada en Estados Unidos por Juan Ramón Jiménez, Claribel Alegría es una de las escritoras más conocidas e importantes de Centroamérica. Breve, franca, suave en un tono minimalista, su obra lírica carece de pirotecnias retóricas que desdibujen los sentimientos, y nos ofrece textos equilibrados que simulan cantos taciturnos empapados de esperanza, alegría vital, muerte, amor, vida o dolor, tratados con mayor profundidad que su sencillez expositiva aparece.

Entre sus títulos se encuentran: Suite de amor, angustia y soledad (1950), Vigilias (1953), Acuario (1955), Invitado de mi tiempo (1961), Vía Única (1965), Aprendizaje (1970), Suma y Sigue (1981), Flores Del Volcán (1982), Álbum de familia (1984), Mujer del río (River woman, edición bilingüe -1989) - con textos paralelos de poesía en español e inglés, Fugas ( 1993), Escape de Canto Grande (1992); Variaciones en clave de mí (1993), Umbrales (1997), Nostalgia (1999) - uno de sus mejores libros, Tristeza (Sorrow -1999), Desvincular (Unbinding - 2002) Desechando (Casting Off - 2003).

También se dedicó a los cuentos y novelas infantiles, como: El detén (1977), Pueblo de Dios y de mandinga (1985) y Despierta, bebé, despierta (1986).

Claribel colaboró ​​con su esposo en varias obras, entre ellas: Nuevas voces de Norteamérica (1962), Cenizas de Izalco (1966), No me apañan viva (1983), Somoza: expediente cerrado (1993) - relato del asesinato de Somoza por parte de los Sandinistas en 1980.



Premios

1978 - auspiciado por Cuba - Casa de las Américas, por Cuba por Sobrevivo.

2006 - Premio Literario Internacional Neustadt.

Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía.

El gobierno francés le concedió la Orden de las Artes y las Letras.

Claribel Alegría falleció en Managua, Nicaragua, el 25 de enero de 2018, a los 93 años. Fue enterrada en el Cementerio de las Sierritas en Managua.


En más de 40 libros de poesía, ficción y "testimonio" histórico, ha combinado la poesía lírica con la prosa que narra sus propias tragedias personales, así como la violencia política que azotó a sus países de origen, Nicaragua y El Salvador, durante décadas.


En Latinoamérica, un escritor no puede vivir en una torre de marfil, le dijo a The Economist en 1991. La realidad te marca. No puedes aislarte.

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