Una destacada escritora de los siglos XIX y XX
Laura Méndez de Cuenca, poeta, escritora, docente, editora, pedagoga, periodista, narradora, traductora, empresaria, congresista y feminista que se atrevió a ignorar las tradiciones culturales de su tiempo. La soledad, la muerte, la enfermedad, la ignorancia, la locura, el dolor insaciable y cruel, las costumbres mexicanas y la incertidumbre del destino humano frente al amor, fueron algunos de los temas de las más de 260 obras que integran la producción literaria de la más destacada escritora mexicana de los siglos XIX y XX.
A los 17 años participó en encuentros literarios del grupo de poetas y escritores La Bohemia Literaria y luego se unió al movimiento Republicano y Restaurador, encabezado por el escritor, periodista, profesor y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano.
Una serie de tragedias personales
Laura Méndez de Cuenca nació en una familia conservadora y relativamente rica de panaderos franceses durante los primeros años de la República Mexicana. Cuando era adolescente, se vio rodeada de jóvenes escritores y poetas liberales.
En 1873, a los veinte años, se convirtió en musa y amante del poeta Manuel Acuña y pronto quedó embarazada. Ella y su hermana fueron abandonadas por sus padres, consideradas libertinas. Cuando su hijo estaba a punto de nacer, ella también fue abandonada por Manuel Acuña, quien luego se suicidó. Laura dio a luz, pero el niño murió poco después de nacer. Estos tristes hechos la llevaron a escribir sus primeros poemas Cineraria, Adiós y Esperanza, publicados en el diario Siglo XIX.
La vida adulta de Laura Méndez seguiría marcada por pérdidas y largos períodos de penurias. Se casó con Agustín Cuenca, otro poeta del mismo círculo de amigos. Con él tuvo siete hijos, de los cuales sólo dos sobrevivieron a la infancia. Ambos llegaron a la edad adulta, pero uno de ellos murió a los 22 años.
Luchó contra la depresión y pasó algunos años felices con su esposo antes de que él también muriera. Estas tragedias personales pueden haber influido en gran parte de su famosa poesía sobre la muerte de seres queridos. Su vida, sin embargo, seguiría marcada por pérdidas y largos períodos de penurias.
Una mujer en el mundo literario exclusivamente masculino
A principios de la década de 1870, cuando el pensamiento religioso conservador dominaba todos los aspectos de la vida mexicana, Laura Méndez fue una de las pocas mujeres admitidas en las filas de los poetas, dramaturgos y novelistas masculinos, quienes también fueron publicistas y estadistas de la era. Ingresó a este mundo gracias a su poesía, intelecto, curiosidad y asertividad, es decir, su capacidad social para hacer valer sus propios derechos y expresar pensamientos, sentimientos y creencias de manera directa, clara y honesta.
Sus obras fueron la extensión de su alma y temperamento, pero también un reflejo de su visión social, política, educativa y revolucionaria. En ellos buscó promover los derechos de las mujeres, combatir la ignorancia y la marginación, y promover el desarrollo de México a través de la innovación educativa.
Papel importante en el campo de la educación
Como una joven viuda sin un centavo que enfrentaba el rechazo social, Laura se convirtió en maestra y en una fuerza importante en el floreciente programa de reforma educativa de México.
Durante 42 años fue asistente, maestra, directora e inspectora de educación primaria y una incansable exploradora de conocimientos y técnicas didácticas innovadoras. Fue vicedirectora de la Escola Normal para Profesores de Toluca y profesora de la institución de la misma filial en la Ciudad de México. Representó a su país en varias conferencias sobre educación, higiene y mutualismo. El mutualismo obligado, también llamado simbiosis, ocurre cuando la supervivencia de uno o ambos organismos depende de la relación entre ellos, es decir, al menos uno de ellos no sobreviviría solo.
En plena Revolución Mexicana (1910 a 1917), escribió poemas que retratan su precaria situación en el magisterio, destacando:
A Jalapa - dedicado a la Escola Normal donde enseñó;
Sexta clase - una postal sobre el Día de los Muertos;
Pasando el regimiento - que representó a las tropas de Venustiano Carranza;
¡Patria! y Cuando estemos muertos - habla sobre la historia de México.
Su experiencia como profesora y estudiante de pedagogía en México y el extranjero le ha permitido adquirir las herramientas necesarias para escribir más de 10 textos didácticos, entre informes, ensayos y presentaciones en congresos, testimonios típicos de su erudición ilustrada y cosmopolita. Su espíritu crítico e incisivo son un elemento común en sus textos sobre educación.
A veces sus talentos fueron reconocidos y recompensados. Justo Sierra, en su calidad de ministro de educación porfiriano, la envió a St. Louis y luego Berlín, París y el Imperio Austro-Húngaro para investigar los sistemas pedagógicos de estos países.
La carrera de Méndez de Cuenca coincidió con el desarrollo del sistema educativo federal bajo el liderazgo de Justo Sierra y José Vasconcelos. Estos períodos críticos de la reforma educativa y su ilustre trayectoria le permitieron ver y dar forma a los cambios que modernizaron la educación mexicana.
Laura ha vivido en San Francisco, St. Luis y Berlín. En aquellos lugares donde no era conocida y las mujeres comenzaban a moverse con confianza en la esfera pública, podía caminar libremente y expresar sus opiniones. Escribió principalmente para una audiencia mexicana y siempre regresaba a México porque era el futuro de su país lo que se esforzaba por crear.
Feminismo con derecho a la educación y al trabajo remunerado
En sus obras, Laura Méndez destacó el feminismo como palabra que identificaba a la mujer moderna, comprometida y consciente, plenamente participativa, con derecho a acceder a la educación y al trabajo remunerado y sin negar el matrimonio como una opción viable para una dama instruida. En su opinión, esta mujer debe nutrir principalmente el intelecto.
A menudo, las quejas sobre ella parecían ser sexistas. Fue acusada repetidamente de masculinidad. Cuando era joven, Laura comenzó a reconocer la injusticia del estatus de la mujer y luchó para desafiar las restricciones de género a lo largo de su vida.
La escritora y poeta ha escrito extensamente sobre temas de la mujer, incluyendo El espejo de Amarylis, una novela por entregas y un libro sobre la limpieza que fue un texto clave en la economía doméstica mexicana.
Junto a su generación, libró las primeras batallas que abrieron espacio para las mujeres en la educación y las profesiones. Estas batallas darían lugar, después de la revolución, a luchas por los derechos civiles y políticos.
En algunos de los 11 textos que escribió para los diarios El Mundo Ilustrado y El Imparcial, se puede apreciar que la escritora apostaba por la formación integral con el objetivo de promover el acceso de las mujeres al mercado laboral, favoreciendo su autonomía económica y animándolas a tomar el control de sus vidas. Exigió abiertamente que las mujeres recibieran el mismo trato profesional que los hombres.
Según su criterio, la mujer mexicana moderna debe estudiar, trabajar y, al mismo tiempo, realizarse como mujer, esposa y madre, sueño realizado sólo en su imaginación.
El feminismo en Laura Méndez de Cuenca se configuró como un llamado a abrazar los legítimos derechos de cualquier ser humano, mujer u hombre. Sus trabajos incluyen los artículos:
La mujer mexicana y su evolución;
El temperamento latino;
Lo que piensa un austriaco de la mujer mexicana;
La mujer progresa;
La mujer mexicana moderna en su nuevo hogar;
La mujer como factor social;
El hogar mexicano.
Una vasta y variada obra literaria
Los múltiples aspectos de la historia social y cultural de México fueron retratados por ella gracias a la variedad de su obra literaria. Laura fue la única autora mexicana que logró expresarse en todos los géneros literarios como poesía, novela, cuento, ensayo, traducción, relato de viaje, periodismo, educación y biografía. Casi todas sus obras fueron publicadas con éxito en las antologías, periódicos y revistas mexicanas más destacadas de la época.
Poesía, romance, cuento y más
Poesía
Género clave en la obra de Laura Méndez de Cuenca, estuvo presente durante toda su vida porque fue una de sus mayores expresiones artísticas. Poeta esencialmente romántica, se inspiró en elementos de la poesía del Siglo de Oro español, neoclásico y romántico español.
En sus obras publicadas entre 1874 y 1875 retrata su dolor, su desánimo por el amor de su vida y el amor por su hijo. Posteriormente, escribió sobre los límites de la razón humana, el destino incierto del hombre ante Dios y la muerte, y la dramática condición humana.
De 1883 a 1890, produjo poemas significativos que trataban temas de desilusión, dolor, orfandad y soledad. En estos años también escribió poemas patrióticos y cívicos.
Entre 1890 y 1905, la escritora registró en sus poemas diversidad de temas, voces y motivos: desde recortes históricos, sociales y de justicia hasta canciones de amor o baladas sobre mujeres míticas o históricas, las estaciones, los sueños de pareja y la invitación a ser amado por el lujo y el poder.
También escribió poemas sobre desastres, guerras, hechos históricos, leyendas de mujeres, esclavos y guerras. Expresó interés por la injusticia social, laboral y racial y dio voz a los trabajadores en poemas como El esclavo (1900), Los cavadores (1902) y El hombre de la azada (1903).
Romance
Laura Méndez retrata las costumbres mexicanas, su interés por la influencia de la medicina en la vida de la ciudad, los conflictos amorosos, los amores no correspondidos, las clases sociales y las condiciones en el desarrollo y la vida de la nación. Su única novela, El espejo de Amarilis, publicada en ocho columnas a principios del siglo XX en fascículos del diario El Mundo, editado en la Ciudad de México, es una obra formativa y un tratado de educación.
En él, la autora intenta mostrar el paso de la salud y la vida en manos de la superstición y el pensamiento mágico. La formación científica en las grandes ciudades no puede revelar todos los misterios de la vida, ni proporcionar felicidad.
La novela cuenta la historia de un amor frustrado, pero, sobre todo, la escritora denuncia los prejuicios raciales, las crueldades de un grupo social que había sido derrotado en la guerra (Juárez había derrotado a Maximiliano de Habsburgo en la Reforma) y cómo la clase media las costumbres continuaron regidas por parámetros de comportamiento de clase y moralidad conservadora.
También retrata, en sus personajes de ficción, algunos rasgos propios de personajes históricos cercanos a ella, como sus amores de juventud: Manuel Acuña y Agustín Cuenca, así como de poetas contemporáneos.
Cuento
Sus cuentos muestran personajes mezquinos, advenedizos y mediocres retratados en las clases medias y bajas. Presentan como elemento distintivo el uso de metáforas, ironía, comedia y características propias de casi todas las corrientes de pensamiento contemporáneo que se iniciaban en la época; darwinismo, psicoanálisis, positivismo, materialismo dialéctico, nihilismo y nacionalismo.
Algunos de los temas abordados son:
la indecisión femenina y el destino de reclusión de las mujeres abandonadas;
la desesperación del trabajo manual ante la innovación y el conocimiento;
los males sociales derivados del oscurantismo y la superstición;
superación personal y social;
las direcciones y las decisiones equivocadas; destinos inevitables y determinismo social;
atraso, miseria e ignorancia.
Trabajos misceláneos
Laura Méndez de Cuenca también produjo más de 40 obras, entre artículos periodísticos, ensayos, croquis, biografías y correspondencia, textos que se caracterizan por una prosa poética ágil, divertida y matizada, por ser testimonios o registros de la ideología personal de la escritora o de un fiel retrato de su alma y de las acciones culturales que llevó a cabo.
Raúl Cáceres, en el texto Falando de prosa, sobre Laura Méndez de Cuenca (2011) señala que: al leer la obra literaria de doña Laura sentimos el latido de su corazón. Sus letras conservan el soplo vital de las almas de finales del siglo XIX. Son una alegoría de los símbolos, la caricia de la leyenda, en los estudios biográficos, para darles juego, animación o imaginación.
Crónicas de viaje
En sus más de 120 crónicas de viaje publicadas entre 1892 y 1910, que oscilan entre el periodismo y la creación literaria, se puede leer a Laura Méndez como una viajera en camino y generalmente solitaria. En estos textos reflejó los problemas cotidianos, el contraste entre las diferentes sociedades y clases con el objetivo de conciliarlas desde un punto de vista educativo, el amor a la libertad y el odio a la tiranía y la traición.
La vida de Laura
Laura Méndez de Cuenca, hija de Ramón Méndez y Clara Lefort, nació el 18 de agosto de 1853 en Hacienda de Tamariz, jurisdicción de Amecameca, Estado de México. En 1861 se trasladó a la Ciudad de México con su familia y residió en el antiguo Convento de Santa Clara, ubicado en la calle Tacuba.
Asistió a la Escuela Primaria La Amiga, ubicada en la calle de San Juan, donde aprendió el silabario (libro elemental para enseñar a los niños a leer), especialmente el silabario de San Miguel y luego las cuatro operaciones aritméticas, algunos versos sobre las reglas de urbanidad, doctrina cristiana, historia sagrada y religión.
De adolescente estudió en la Escuela Privada de Madame Baudoin, quien produjo obras que devoraban a Locke, Montesquieu, Bacon, Aristóteles, Pascal, Montaigne y Rousseau. Este último tuvo un impacto significativo en ella hasta el punto de que dio origen a su profundo amor por la educación y las letras.
En 1872 se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios y se convirtió en discípula de Enrique de Olavarría, Eduardo Liceaga y Alfredo Bablot. También se matriculó en el Conservatorio de Música donde aprendió canto, solfeo, piano. También tomó clases de idiomas.
Su larga carrera ha incluido publicaciones, escritura e investigación en métodos pedagógicos. Para mantenerse a sí misma, volvió a la enseñanza. Se jubiló con una pensión de maestra a la edad de setenta y dos años.
Laura ha pasado los últimos años sufriendo de diabetes. Murió el 1 de noviembre de 1928 en su casa de San Pedro de los Pinos, Tacubaya. La escritora dejó un legado de más de 260 obras.
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