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Maria Firmina dos Reis – Entre la Escritura y el Borramiento

  • Foto do escritor: Paulo Pereira de Araujo
    Paulo Pereira de Araujo
  • há 21 horas
  • 4 min de leitura
Maria Firmina dos Reis, la primera novelista brasileña
Maria Firmina dos Reis, la primera novelista brasileña

Úrsula y el Derecho a Narrar el Propio Dolor


Maria Firmina dos Reis nació en 1822, en Maranhão, un estado en el noreste de Brasil, y murió en 1917. Entre esas dos fechas, escribió una novela, poemas, cuentos e himnos; fundó una escuela mixta y gratuita y defendió, tanto por escrito como en la práctica, la dignidad de personas que la sociedad brasileña prefería mantener sin voz.


El dato más revelador, sin embargo, no está en la cronología, sino en el largo intervalo de silencio que siguió a su obra. Durante décadas, Maria Firmina existió más como ausencia que como presencia en la historia literaria brasileña.


Úrsula, publicada en 1859, suele presentarse como la primera novela brasileña escrita por una mujer y también como uno de los primeros relatos abolicionistas del país. Ambas afirmaciones son correctas, pero insuficientes.

Lo que convierte a Úrsula en un libro decisivo no es solo el hecho de haber sido escrito por una mujer negra en pleno siglo XIX, sino la manera en que la autora desplaza la mirada narrativa.


Por primera vez, los personajes esclavizados no aparecen únicamente como fondo moral, sino como sujetos capaces de narrar su propio dolor, su propia memoria y humanidad. Este gesto, en el Brasil del siglo XIX, estaba lejos de ser trivial; fue un acto de ruptura.


La literatura brasileña del período aún se organizaba a partir de modelos europeos, preocupada por forjar una identidad nacional que rara vez incluía los cuerpos y las voces de la población esclavizada. Maria Firmina escribe dentro de estas convenciones, pero las tensiona.


La novela mantiene la estructura sentimental típica de su época, pero introduce en ella un elemento que desestabiliza al lector: el sufrimiento de los esclavizados no es un recurso retórico para exaltar la virtud de los blancos, sino una experiencia narrada desde dentro. Esta elección modifica el eje moral de la obra.


No es difícil comprender por qué este libro no encontró un lugar cómodo en el canon literario. Maria Firmina no encajaba en ninguna de las categorías que la crítica literaria posterior utilizaría para organizar la literatura nacional.


Era mujer, negra, de Maranhão, profesora, y no formaba parte de los círculos intelectuales de Río de Janeiro. Además, su escritura no servía plenamente a los proyectos ideológicos de su tiempo ni a los del período siguiente. El resultado fue un borramiento histórico casi completo, corregido solo a finales del siglo XX, cuando su nombre comenzó a reaparecer en estudios académicos y reediciones tardías.


Pero reducir a Maria Firmina dos Reis a la condición de precursora es también una forma sutil de vaciar su obra de fuerza. No escribió solo antes; escribió en contra. En contra de la naturalización de la esclavitud, en contra de la exclusión educativa de las mujeres, en contra de la idea de que ciertos sujetos no eran dignos de la palabra escrita.


Su actuación como educadora refuerza esta dimensión práctica de su escritura. Al fundar una escuela mixta en una época en que la separación por género era la norma, Maria Firmina transformó la convicción intelectual en acción concreta.


Hay, en su obra, una ética de la atención que merece ser subrayada. Los personajes esclavizados de Úrsula no están idealizados ni utilizados como símbolos abstractos. Hablan de pérdida, de violencia, de nostalgia por la tierra natal.


Esta atención al detalle humano anticipa debates que solo mucho más tarde se volverían centrales en la crítica literaria y en los estudios históricos. Maria Firmina no escribía para teorizar la esclavitud, sino para volverla insoportable a la mirada atenta.


El olvido prolongado de su obra dice más sobre la historia cultural brasileña que sobre sus méritos literarios. Durante mucho tiempo, el país prefirió construir una tradición literaria basada en figuras masculinas, blancas y urbanas, tratando las excepciones como curiosidades. Maria Firmina no fue una excepción; fue una fundación ignorada.


Su redescubrimiento reciente no debe verse como un gesto de reparación simbólica, sino como una corrección histórica. Leer hoy a Maria Firmina dos Reis es confrontar la persistencia de ciertos silencios históricos: no solo los del siglo XIX, sino aquellos que se prolongaron a lo largo del siglo XX y que, en muchos aspectos, aún permanecen.


Su escritura no pide indulgencia ni admiración tardía. Pide lectura atenta. Al devolverla al centro de la historia de la literatura brasileña, no solo se amplía el repertorio de autoras negras estudiadas; se transforma el propio modo de comprender la formación de la literatura en Brasil.


Maria Firmina escribió cuando escribir no le era concedido como derecho. El hecho de que su obra haya atravesado el tiempo, a pesar de todo, no es milagro ni azar. Es consecuencia de una escritura insurgente que, desde el inicio, rechazó el lugar de silencio que le había sido destinado.



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